El hijo del anarquista

La pila de la Tía Benita estaba cerca de la Plaza de San Miguel. Era un lavadero especial. Los días de verano se llenaba de chiquillos. Por una perra gorda, las clases menos pudientes de principio de Siglo XX utilizaban esta pequeña pileta para practicar la natación huyendo de las corrientes y remolinos del peligroso río Ebro. Allí aprendió a nadar José Luis López Zubero, zaragozano de 1931, “por lo que soy republicano de nacimiento”. Cuando su hijo Martín se colgó el oro en los Juegos de Barcelona quizá no era consciente que ese baño empezó gracias a la Tía Benita, en Zaragoza.


Pero la natación no fue el deporte que engatusó a José Luis. A él le iban los aros. Culpa de Helios. Frente a su casa de la calle Predicadores podía ver a los bañistas azules, pero también a las siluetas alargadas de los hermanos Moreno o Casabón encestando esas canastas de pioneros. “Y José Tomey. Era un jugador muy habilidoso y que sabía que jugaba bien y le gustaba dar espectáculo. Fue el primero que quiso ganar dinero con el baloncesto. Era mi ídolo”, narra José Luis.


Al entrar en el Instituto Goya, situado entonces en la Plaza de la Magdalena, se unió a un grupo de amigos para formar un equipo escolar y competir con Agustinos, Jesuitas o La Salle. “El patio era muy pequeño y tenía cristales. Nosotros allí solo teníamos un aro para practicar. Jugábamos los partidos en un solar al lado del colegio. Tuvimos que poner cadenas porque nos quitaban las redes”, recuerda José Luis a sus 83 años de esos primeros días de la década de los 40.


López Zubero, agachado, en el centro, con la formación de Helios

El baloncesto le cambió la vida. Literalmente. Este hijo de ferroviario y sindicalista de la CNT que estuvo encerrado durante la Guerra Civil, pudo estudiar Medicina gracias al esfuerzo de una hermana de su madre. En la universidad continuó jugando para el Cerbuna. “Nuestra pista estaba junto donde ahora está el campo de hockey. Cuando abrieron la frontera con Francia solíamos desplazarnos allí para disputar algún partido. Eso nos dio la oportunidad de ver otro mundo, de abrir los ojos en un país cultural y políticamente más avanzado al nuestro”, narra Zubero desde su casa madrileña cerca de Tribunal.

Con el Cerbuna que arrebató el Campeonato de Aragón al equipo de Huesca

En uno de estos desplazamientos, a París, conoció a un jugador norteamericano que le indicó que al otro lado del Atlántico los médicos tenían una vida mejor. Esa conversación germinó en su conciencia cuando, un día, bajando las escaleras del Paraninfo, un esguince de tobillo fracturó un camino que le llevaba al Barcelona. “Me acababa de convocar la Selección Española para ir a jugar un amistoso contra Bélgica en el País Vasco. Además se había puesto en contacto conmigo Fernando Font, entrenador del Barcelona, para fichar por ellos. Esa lesión lo paralizó todo”.

Partido jugado con el Real Zaragoza en Oloron (Francia) en 1949

Sin embargo, López Zubero emigró en 1955 a Estados Unidos. “Me fui con un amigo. En tercera clase, como los del Titanic”, recuerda con sorna intelectual. En Florida se fraguó una carrera como oftalmólogo, tuvo una familia olímpica y creó una Fundación con la que ayudó a miles de personas desfavorecidas en países en vías de desarrollo de todo el planeta. Bolivia, Chile, Birmania, Vietnam... Esta visión mundial hace que la conversación con él sea un viaje por tierras lejanas y por la cercanía humanista de la cultura, la filosofía, el amor, el cine, la política, la existencia... Un hombre que cree en el honor, la tolerancia, la libertad y la bondad del ser humano. Ese hijo del anarquista que aprendió a nadar en la Pila de la Tía Benita. El adolescente que idolatraba a José Tomey. Un sabio.

Entrevista en prensa de la época

José Luis López Zubero fue el primer jugador formado en Zaragoza que llamó a las puertas de la Selección Española de baloncesto. Preseleccionado para jugar un amistoso entre España y Bélgica, estaba entre los candidatos para acudir a los Juegos del Mediterráneo de 1951. Su desafortunada lesión le privó de ese debut.

(Fotografías del archivo de José Luis López Zubero)