Tres amigas
Araceli no perdona la siesta. Es obligada. Un descansito de sobremesa para cargar las pilas. Y energía no le falta. Con 93 años es toda una campeona. Pero literal. Pionera del baloncesto aragonés muestra orgullosa los premios, libros, artículos y regalos recibidos desde que hace dos años se conoció su historia.
Es una tarde de la semana de Navidad. Hoy toca saltarse la rutina. Araceli se pone guapa en vez del pijama. Sale a las cuatro y media de casa. Tiene una cita muy esperada. Un taxi le lleva al Siglo XXI. Allí le va a dar una sorpresa a unas amigas.
Víctor Lapeña entrena sin la mayoria de sus internacionales, aún con sus familias. Las vacaciones dejan ese paréntesis en mitad de la temporada. Araceli entra por una esquina. Santi Pérez es cómplice de la jugada. Nuestra campeona se sienta en el banquillo. Poco lo pisaba de jugadora. Una paloma revolotea y se posa en la pista.
Carolina Esparcia se percata de quién está en la banda. Lanza un saludo en la pausa de un ejercicio. Araceli le contesta. Se conocieron la temporada pasada, cuando el Stadium Casablanca le obsequió con un homenaje en el centro de la cancha. Luego ha ido a un par de partidos para alimentar a ese gusanillo que se le metió en el cuerpo en 1939 y le mantuvo doce temporadas en activo.
Cristina aparece con una sonrisa eterna. Estar en casa pone feliz a cualquiera. Más si vienes del frío polar de Rusia. La internacional Cris Ouviña ha escuchado hablar tanto sobre Araceli que no quería perderse este encuentro. La conexión es inmediata. Se abrazan y comienzan a hablar de jugadora a jugadora.
Víctor termina e invita a Araceli a acudir al centro de la pista. Si fuera por ella se hubiera metido entre canastas mucho antes para lanzar algun tirito. El aplauso de las jugadores resuena entre las butacas vacías. Araceli es la reina. Carolina le coge la mano. No se sueltan.
El baloncesto las une. Araceli, la persona que rompió barreras amando a un deporte extraño aún en Zaragoza. Cristina, la mejor jugadora que ha dado esta tierra, con permiso de Pilar Valero. Carolina, el futuro convirtiéndose en una realidad. Juntarlas enciende la emoción. No deja más que la sensación que la diferencia de edad es rellenada por respeto, admiración y pasión por el juego. Una charla de la que mana la dificultad de ser mujer deportista entonces y ahora, la dulce sensación que da el baloncesto, lo que queda tras él, consejos y secretos, historias de antaño que hoy parecen imposibles o igual de reales. Tres mujeres, dos generaciones y una ilusión.